Hay un ritual que con los años a acabado por imponerse, y éste año, no iba a ser menos. El pasado viernes comenzó el noveno Festival de Málaga. Básicamente, cine español, cortos bastante alternativos, documentales, largometrajes, videoclips
todo con Ñ, como a mí me gusta.
El ritual comienza una semana antes de la inauguración, cuando las tres de siempre, vamos a por los libretos de la programación. Puede decirse que todo empieza en la cola del puestecillo de información sobre el Teatro Cervantes que hay en Teatinos.
En los días sucesivos, nos empapamos de los argumentos, directores, actores y actrices de cada una de las películas, para acabar haciendo nuestra particular selección. La verdad es que casi siempre acertamos. Sacamos nuestros valiosos bonos, y esperamos a que llegue el gran día.
Cada festival ha tenido sus anécdotas. Violeta será siempre nuestra ídola, comprobamos que los palcos del Cervantes son realmente incómodos, y que la alfombra roja malagueña puede llegar a tener bastante glamour. Nos peleamos por un micrófono a la salida del Albéniz, saludamos a Pablo Carbonel con total normalidad, fuimos a pedir autógrafos a la puerta del Málaga Palacio y nos encontramos con que Parada iba sin su pianista, perdido por las teterías de la Catedral. Lloramos con Tapas, flipamos con unos chinos un tanto surrealistas, estuvimos aisladas y encantadas de estarlo, luchamos junto a Héctor, acabamos enamoraditas de Ari...
Por eso me gusta tanto el festival, porque nunca sé cómo puede acabar. Anoche vimos Bienvenido a Casa, de David Trueba. La recomiendo totalmente, porque está pero que muy bien. Acabamos la noche tomando mojitos en la Guarida. Es lo que tiene cuando nos juntamos las tres XDD