31 de Octubre 2004

Luces de madrugada.

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No hace mucho, tenía una teoría sobre las luces de mi ciudad. Pensaba, que para que todas las calles se iluminaran, el alcalde, tenía que apretar un botón, que por supuesto era rojo. Básicamente esa era la función del ciudadano más importante, apretar el botón de las luces, para que se encendieran todas a la vez, y las personas pudieran seguir paseando por las calles, sin tener miedo. Ir por la calle a oscuras era una cosa que me aterraba, y aterra. Pronto empezaron a surgir los fallos sobre mi teoría.

Por ejemplo, no entendía muy bien cómo se apagaban por la mañana. Supongo que el alcalde, que por aquel entonces, vivía en el ayuntamiento, iría a la sala donde estaba el botón rojo, todas las noches y todas las mañanas, para cumplir con su obligación. Durante mucho tiempo, quise ser alcaldesa. Eso de darle al botón para que se iluminara todo en un solo instante, era como mágico. Lo más que yo podía hacer era encender las luces del árbol de navidad, bajo la supervisión de mi padre. Me sentía importante.

Otro fallo de mi teoría, era qué pasaba con las luces que se averiaban. Por aquel entonces, yo no sabía nada de bombillas, tampoco es que sepa mucho ahora. La cosa era que el alcalde tendría que saber de alguna forma, que la farola se había roto, con una especie de detector, o vete tú a saber qué. Tendría que ser capaz de identificar la calle y la farola, para que el pobre hombre no tuviera que dar demasiadas vueltas con la larguísima escalera. Cambiar la bombilla era una tarea realmente compleja. Ser alcalde tenia su atractivo. Y lo triste de todo esto, es que si no eras alcalde, no podías arreglar las farolas.

El tercer fallo, era que el alumbrado de navidad, no lo montaba el propio alcalde, con su banda a lo miss España, si no muchos hombres, nada elegantes. No eran amigos del alcalde, que sin duda, era un hombre de modales exquisitos, vestido siempre de pingüino. Tampoco parecían disfrutar con su trabajo. La verdad es que mi teoría estaba llena de fallos, pero ahí estaba yo para solucionarla. Con unos siete años quería ser alcaldesa de una ciudad perfecta, con botones que la manejaban. Hoy simplemente quiero ser yo misma, y encontrar el botón rojo que ilumine la cuidad de mi vida, que no es poco.



Una canción: Only the loney, Roy Orbison.

Escrito por susana a las 2:19 AM | ¿Alguien quiere decir algo? (0)

18 de Octubre 2004

El camino de regreso.

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Hay una canción que me encanta, que es de 1995 aproximadamente. Me paro a pensar en mi vida en esos momentos… y no recuerdo mucho. De eso hace ya casi 10 años, con lo que yo debía tener unos once o doce años. Sexto de la E.G.B. fue un buen año, supongo. Viajé a Madrid con el colegio, fui al cine con mis amigas por primera vez (a ver una peli para todos los públicos, eso si), y escuchaba los 40 Principales a todas horas. Digamos que era bastante responsable, yo creo que incluso algo repipi, pero estaba orgullosa de mí misma. Quería ser del Green Peace, acabar con el hambre en el mundo, escalar el Everest y conducir un descapotable rojo. Mucho ha llovido desde entonces, pero cuando miro hacia esa etapa de mi vida, me siento feliz. Saltaba a la comba en el recreo, y no imaginaba que algún día echaría de menos el timbre del colegio, o las canciones tipo “hay un charco y no ha llovido… “. No se si es nostalgia, pero, es lo que caracteriza a mis recuerdos. La vida es así, es lo que tiene esa extraña sucesión de acontecimientos, que durante un tiempo no tienen importancia, pero que luego, sin saber porqué, los recuerdas para siempre.

Volviendo al tema de la canción, que es por lo que escribo hoy, he decidido hacer una innovación más en este blog: una especie de comentario de texto, de esos que en el colegio la mayoría de nosotros odiábamos, pero que hoy me apetece hacer. La idea es que después de cada estrofa, yo te cuento pequeñas historias, porque lo bueno de esta canción, es que es como una historia hecha a base de pequeñas historietas. Es lo que tiene esa extraña sucesión de acontecimientos…

Hasta entonces nunca me habían aterrado
de esta forma los aeropuertos.
Lléname de abrazos, lléname de besos,
creo que anunciaron tu vuelo.
Y entre lágrimas tu figura es devorada por la gente,
y una fiera malholiente clava en mi alma sus afilados dientes.
Sus afilados dientes.


Lo que a mi me aterra son las estaciones de autobuses. Anuncian los viajes a través de una megafonía horrorosa, por lo menos aquí en Málaga, y es bastante triste. He ido mucho, siempre a despedir. La verdad, odio las despedidas, se me dan fatal. Recuerdo una en concreto, en la que la persona que se fue, lo hizo para siempre, y fue bastante duro. Hoy he vuelto a la estación, he conseguido entrar, y escuchar el anuncio de un viaje. No he sentido nada, así que he logrado enfrentarme a un viejo miedo. No obstante, tardaré mucho en volver a despedir a alguien.

Quedo con el sabor metálico de la soledad
y deshojo el calendario.
Tengo miedo, tengo frío y dudo,
y hago repaso.
Fugaz e indeterminado, como un sueño ha comenzado
esta historia y no sé, en verdad, si fue real.


Si, eso me suena de algo. ¿Quién no ha tenido miedo en alguna ocasión? Todos nos hemos sentido solos, con frío, perdidos en medio de un extraño orden, en el cual, todos han encontrado su sitio. Todos menos yo. La diferencia es que gracias Dios, creo que todo lo que me ha pasado, por muy rocambolesco que fuera, lo he tomado por real. Lo mismo era irreal, y por eso andaba algo perdida…

Quién me iba a decir que te iba a encontrar una noche casual,
yo ejerciendo de torpe sentimental.
"¿Qué haces aquí? A punto estaba de marcharme,
qué bueno es encontrarte". Y tú y yo inmóviles, y en torno a nosotros
giraban colores, pasaban horas, rostros.


Susana, esa eterna torpe sentimental, romántica hasta la médula, en la búsqueda del principe azul. Me empeño en seguir pensando que existen y mira que me dicen lo contrario mil veces al mes. Respecto a lo de las noches casuales, ninguna noche es casual, por muy casual que parezcan las cosas. No creo en las casualidades nocturnas, la verdad, y menos si tienen acento argentino. Mi relación con los habitantes de este lejano país lo dejo para otro post.

Pasaban horas, rostros.
Pero nada de esto era importante,
"así que háblame de ti y no pares".
Apenas te dejaba la música con su metralla.
"Cuéntame cómo era todo antes".
Aunque seriamente dudo si en verdad hubo un antes,
sólo recuerdo bien, con nitidez, que hubo un después.


Háblame de ti y no pares… aun no se lo he dicho a nadie, pero me parece una frase preciosa. En mi caso, 21 años dan para mucho. Yo soy una persona bastante charlatana, lo pueden confirmar varias personas, pero un poco tímida al principio. Creo que siempre hay un después, una consecuencia ante todo, una respuesta al estímulo… (no he podido evitarlo). Aunque claro, también hay cosas que pasan porque tienen que pasar, porque sí, y otras que aunque queramos, por mucho me metamos la señal, aquello no funciona ni para atrás. Yo particularmente, me empeño en ver las cosas complicadas, y es que, hay que simplificarlo todo un poquito más.

Entre empujones, entre la gente,
me acerco torpemente con taquicardia adolescente,
en aquel bar donde no entra ni un rayo de luz,
sé que fuera, sé que fuera amanece.
Sé que fuera amanece.


Qué decir de mi relación con los bares, con mi Fraggle, con el bareto de los vampiros, con esos momentos Pimpi, y con esas caminatas hasta pillar un taxi. Sé que siempre amanece, y que las taquicardias adolescentes, pueden darse en cualquier momento. Yo creía que tenia ya eso superado, pero no, el otro día me recordaron mis rodillas que en el café menos pensado, son capaces de desvanecerse sin previo aviso.

Nuevos reencuentros, nuevas confesiones, y de repente me veo
perdido en un aeropuerto,
con las pesadillas que día a día me acompañan, cotidianas,
con las que me atormento:
A qué son bailan tus caderas,
qué sudores te alimentan, tengo tanto miedo
de que olvides el camino de regreso,
el camino de regreso.


Si olvidas el camino de regreso, ten por seguro, que yo te lo recordaré. De momento no siento miedo por eso, pero creo que no iré a despedirte, por lo menos durante un tiempo. Respecto a las pesadillas, hace muchas noches que no me visitan. Olvidado ya el insomnio, sueño con historias sobre una noche casual, de esas que no exiten. Las confesiones las dejo para otro día.



Este post es un poquito más largo de lo normal, y está hecho así a posta. Es una especide de recompensa, porque se que tengo esto un poquito descuidado. Espero no haber aburrido al personal más de lo normal.

Escrito por susana a las 1:42 AM | ¿Alguien quiere decir algo? (2)

7 de Octubre 2004

La ciudad parece un mundo.

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Últimamente, no se qué me pasa, que no logro conciliar el sueño. Me encanta dormir, siempre he disfrutado con ello, pero estas pasadas noches, han sido una auténtica tortura. Cierro los ojos, y nada, sigo despierta. Pasan los minutos, las horas… veo como las luces de los coches se reflejan en mi armario, siento el maullar del gato, buscando pelea entre los neumáticos, y sin poder evitarlo, me siento sola, muy sola. Cuando son las cuatro y media de la mañana, cuando todos duermen, excepto la estrella polar y sus amigas… ¿qué se supone que puedo o debo hacer? Abrazo mi almohada y pienso: este es el peor de los castigos. ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Cuento números, y llego lejos, muy lejos. Lo que pasa, es que los números, a estas horas de la noche, son bastante aburridos, un poquito más que el tema 1 de compleja si cabe y me canso, que no duermo. Ojalá. ¿Será el café?


El único consuelo que tengo, es que ya queda menos para que amanezca. Pasan las horas, y pienso: me levanto, salgo a la terraza y veo amanecer. Pero justo en ese momento, no se por qué, desconecto. ¡A buenas horas! Ya que he aguantado la noche en vela, qué más da no dormir un par de horas más, justo esas que separan el día de la noche, y darme un capricho, que hace tiempo que no me lo concedo. Pero no… Susana tiene que quedarse frita, dormirse cuando la licencia de lo oscuro ha caducado, y llegar tarde a todos los sitios. Mi especialidad, perder el autobús de las 7.30 de la mañana. Es típico verme andar a todo trapo calle abajo, en busca de un bus alternativo.


Tengo que buscar una solución, esto no puede seguir así. Me niego a ponerme a estudiar para matar la noche. Lo mismo la radio cura mi insomnio, probaré tu consejo. Y otra cosa que debería empezar a hacer, es hablar un poco más conmigo misma. Lo mismo sé lo que me pasa, y aún no me he atrevido a decirlo. Quiero saltar, pero se que no tengo alas. ¿Conoces esa sensación? Espero que no. La matrícula me está matando. De todos modos, voy a comprar valeriana.


Una canción: La ciuddad parece un mundo, Ismael Serrano.


Gracias a Mtex, por la foto, que es una maravilla. Te la tomo prestada ;)

Escrito por susana a las 11:27 PM | ¿Alguien quiere decir algo? (2)