6 de Octubre 2005

Madrugón... Madrugón

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A veces pienso que no debería mirar tanto. Quizás contribuye el hecho de que en mi escuela, las clases son como una especie de peceras gigantes, porque dos de sus paredes, prácticamente son de cristal. No lo puedo evitar, me gusta mirar, y miro. Lo mismo soy una descarada de la vida, pero a estas altura, tampoco me importa tanto.


Hoy le volví a ver. Le he bautizado muchacho enamorado, porque fijo que está enamorado. Yo tenía clase a las 8.45, una hora inhumana para dar cualquier tipo de materia, y allí estaba él, espiando tras una columna, para ver si su Dulcinea peliteñida estaba entre las bancas. Pero ella fue más lista que el enamorado y que yo, y supongo que la teoría que cuesta menos creer (que son por las que estoy optando últimamente) es que se quedó en su casa planchando la oreja. Y yo lo comprendo.

La cosa, es que el muchacho se pasó varias veces por la clase, ya casi ni se escondía… y es que tiene que ser una putada pegarse el madrugón para no ver el Sol. Espero que no se pasara por biblioteca, porque yo sí que lo hice. Estaba llena de parejitas que van allí para literalmente frotarse las narices tipo esquimales, repitiendo: “No bobo, yo te quiero más”. Que mal me ha sentado madrugar hoy.

Iros al parque, iros a un hotel, pero no me deis la mañana, ni a mi, ni al pardillo este. Pobrecillo. Yo creo que si ella le correspondiera, hubiera madrugado, pero no para ir a clase, sino para aprovechar el tiempo. Y cuando digo aprovechar, digo aprovechar, que la vida son tres días, y dos pasan volando. Ojalá me equivoque, y Dulcinea madrugó para quedar atrapada en un atasco.

Escrito por susana a las 9:37 PM | ¿Alguien quiere decir algo? (9)