Diario de una teleñeca.
Bienvenido al Diario de una Teleñeca!!
Me encanta contar las cosas que van pasando en mi entorno. De pequeña queria ser escritora, y ésta es una muy buena oportunidad. No dudes en dejar tu opinión al respecto, y volver por aquí cuando quieras.
31 de Octubre 2004
Luces de madrugada.
No hace mucho, tenía una teoría sobre las luces de mi ciudad. Pensaba, que para que todas las calles se iluminaran, el alcalde, tenía que apretar un botón, que por supuesto era rojo. Básicamente esa era la función del ciudadano más importante, apretar el botón de las luces, para que se encendieran todas a la vez, y las personas pudieran seguir paseando por las calles, sin tener miedo. Ir por la calle a oscuras era una cosa que me aterraba, y aterra. Pronto empezaron a surgir los fallos sobre mi teoría.
Por ejemplo, no entendía muy bien cómo se apagaban por la mañana. Supongo que el alcalde, que por aquel entonces, vivía en el ayuntamiento, iría a la sala donde estaba el botón rojo, todas las noches y todas las mañanas, para cumplir con su obligación. Durante mucho tiempo, quise ser alcaldesa. Eso de darle al botón para que se iluminara todo en un solo instante, era como mágico. Lo más que yo podía hacer era encender las luces del árbol de navidad, bajo la supervisión de mi padre. Me sentía importante.
Otro fallo de mi teoría, era qué pasaba con las luces que se averiaban. Por aquel entonces, yo no sabía nada de bombillas, tampoco es que sepa mucho ahora. La cosa era que el alcalde tendría que saber de alguna forma, que la farola se había roto, con una especie de detector, o vete tú a saber qué. Tendría que ser capaz de identificar la calle y la farola, para que el pobre hombre no tuviera que dar demasiadas vueltas con la larguísima escalera. Cambiar la bombilla era una tarea realmente compleja. Ser alcalde tenia su atractivo. Y lo triste de todo esto, es que si no eras alcalde, no podías arreglar las farolas.
El tercer fallo, era que el alumbrado de navidad, no lo montaba el propio alcalde, con su banda a lo miss España, si no muchos hombres, nada elegantes. No eran amigos del alcalde, que sin duda, era un hombre de modales exquisitos, vestido siempre de pingüino. Tampoco parecían disfrutar con su trabajo. La verdad es que mi teoría estaba llena de fallos, pero ahí estaba yo para solucionarla. Con unos siete años quería ser alcaldesa de una ciudad perfecta, con botones que la manejaban. Hoy simplemente quiero ser yo misma, y encontrar el botón rojo que ilumine la cuidad de mi vida, que no es poco.
Una canción: Only the loney, Roy Orbison.