Diario de una teleñeca.
Bienvenido al Diario de una Teleñeca!!
Me encanta contar las cosas que van pasando en mi entorno. De pequeña queria ser escritora, y ésta es una muy buena oportunidad. No dudes en dejar tu opinión al respecto, y volver por aquí cuando quieras.
29 de Agosto 2004
Nunca es tarde para decir lo siento.
Aun recuerdo todas las noches que pasamos juntos, en las que te abrazaba si tenía miedo. Nunca me quedó muy claro quien protegía a quien, pero la verdad es que me sentía un poquito menos sola cuando las brujas y los monstruos acechaban mi cuarto. Y eso que eras enorme, y pegabas calor en verano. Siempre has sabido, que eras mi favorito, y lo sigues siendo. Por eso, los demás se ponían celosos. Eras tu quien me daba las buenas noches cuando la luz ya estaba apagada.
Como imaginarás, muchos otros han pasado por mi vida, pero ninguno como tu. Aquellas navidades, en las que nos conocimos, fueron realmente especiales. Conservo todas las fotos, en las que tu invadías mi cuna, y yo te miraba, sorprendida de verte allí, un intruso rosa entre mis sábanas. Un oso mariquita, como te llamaba mi vecino Dani. No comprendía como mis padres te habían dejado entrar así, de repente, en mi vida, con la excusa de ser el día de Reyes. Y reconozco, que me enfadé contigo por primera y última vez.
Lo que no recuerdo es el momento en el que empezaste a ser mi amigo. Un amigo de los buenos, pues 20 años después de conocernos, sigo recordándote. No se donde andarás ahora, espero que te estén cuidando bien. Quien me diría que nunca más sabría de ti, que tendría que aprender yo sola que no basta con cerrar los ojos para que desaparezcan mis miedos, y que te apartaría voluntariamente de mi vida para siempre. Intuyo que debes estar muy enfadado conmigo, y que aun estas esperando una explicación sobre nuestra ruptura. Quizás hoy sea un buen momento para ello.
Cuando te regalé a un completo desconocido, no pensé que te echaría tanto de menos, a ti, y a tus abrazos. Pero claro, crecí y me hice grande. Hay tantos niños solos en este mundo que uno de ellos seguro que te haría más feliz que yo. Tu futuro amigo no tendría que estudiar, jugaría contigo más de lo que yo lo hacía últimamente y cuando llegara el momento de luchar contra las brujas, necesitaría tu ayuda. Sabes que ya no creo en esas cosas, solo en los vampiros, y ellos no entran por mi ventana. De lo único que me arrepiento es de que fuera tan repentino, que no me diera cuenta de las cosas. Ni siquiera te dije hasta siempre. Nunca es tarde para decir lo siento.
Así que, ya ves, yo sigo aquí con mi vida, y supongo que tu seguirás con la tuya. Si alguna vez nos volvemos a encontrar, espero saber compensarte, por estos años de exilio, y por aquel viaje a no se que parte del mundo, en una caja de cartón. Besos.
26 de Agosto 2004
El tiempo no espera a nadie.
Imagínate que existiese un banco que cada mañana abonara en tu cuenta la cantidad de 86.400 Euros. Ese extraño banco, al mismo tiempo, no arrastraría tu saldo de un día para otro: cada noche borraría de tu cuenta el saldo que no has gastado.... ¿Que harías? Imagino que retirar todos los días la cantidad que no has gastado, ¿no? Pues bien: ese Banco existe, y cada uno de nosotros lo tenemos: su nombre es Tiempo.
Cada mañana, ese banco abona en tu cuenta personal 86.400 segundos. Cada noche ese banco borra de tu cuenta y da como perdida cualquier cantidad de ese saldo que no hayas invertido en algo provechoso. Ese banco no arrastra saldos de un día a otro; no permite transferencias. Cada día te abre una nueva cuenta; cada noche elimina los saldos del día. Si no usas tu saldo durante el día, tú eres el que pierdes. No puedes dar marcha atrás. No existen cargos a cuenta del ingreso de mañana: debes vivir el presente con el saldo de hoy.
Por tanto, un buen consejo es que debes invertir tu tiempo de tal manera, que consigas lo mejor en salud, felicidad y éxito. El reloj sigue su marcha... consigue lo máximo en el día.
Para entender el valor de un año, pregúntale a algún estudiante que repitió curso...
Para entender el valor de un mes, pregúntale a una madre que alumbró a un bebe prematuro...
Para entender el valor de una semana, pregúntale al editor de un semanario.
Para entender el valor de una hora, pregúntale a los amantes que esperan para encontrarse...
Para entender el valor de un minuto, pregúntale al viajero que perdió el tren...
Para entender el valor de un segundo, pregúntale a una persona que estuvo a punto de tener un accidente...
Para entender el valor de una milésima de segundo, pregúntale al deportista que gano una medalla de plata en las olimpiadas.
Atesora cada momento que vivas; y ese tesoro tendrá mucho más valor si lo compartes con alguien especial, lo suficientemente especial como para dedicarle tu tiempo... y recuerda que el tiempo no espera por nadie.
Una canción: dedicada a mi querida Beich, que esta pasando una especie de crisis de los 21, y a José, porque si. Wish you were here, Incubus.
23 de Agosto 2004
¿Crees en los vampiros?
Nunca había estado en ese bar. La primera sensación era oscuridad. Todo estaba demasiado oscuro, incluido el personal. Los que a mi entender eran raros de narices, vestían de negro. De los pies a la cabeza. Pantalón largo negro, camiseta de grupo heavy negra, sin olvidar las melenas
digamos que ondeando al ritmo infernal marcado por alguna canción, que todos parecían conocer, excepto yo. Teniendo en cuenta que yo iba de blanco, (mal momento para elegir el conjunto ibicenco) noté como de repente, todas las miradas se dirigían a mi. Era la nueva, la intrusa en un mundo que sólo es de unos pocos, aunque se de buena tinta que muchos se empeñan en acceder.
Yo personalmente, estaba allí de casualidad, con dos amigas. No quería invadir el terreno de nadie. Es más, yo no tenía pulseras de cuero (negro, muy original) con pinchos, ni crucifijos, ni tatuajes, ni siquiera un pendiente en el ombligo. Aunque me declarara invasora, no lograría colonizar ni un taburete. Así que decidí ir a la barra a por una Heineken. Las niñas buenas también beben cerveza, y algunas, en un acto de atrevimiento total, directamente del botellín. No creo que me viera mi madre.
Hacía siglos que no quedaba con ellas, y habían quedado con unos amigos. Cuando tus dos amigas, se han citado con dos amigos, en un bar como este, rezas por que lleven a un tercer amigo, porque si no, te ves obligada a sujetar las velas, o como dicen últimamente, a comerte los mocos. Yo bebía y bailaba mi baile ya conocido como standard y llegué a plantearme seriamente si debía relajar mi mente y poner el estado off. Cuerpo presente, mente ocupada en qué hacer el resto de la noche.
Lo bueno de ese bar, cosa que me costó reconocer, es que estaba lleno de buena gente. No puedo evitar citarte, compañero de pensamientos: a veces, los peores antros a las peores horas están llenos de la mejor gente. Y así era. Aunque yo fuera literalmente de primera comunión, rodeada de hombres de negro no me sentía mal. No estaba tan a gusto como en mi Fraggle, todo hay que decirlo, pero en cierta manera, me sentía bien. Y no eran las cervezas, ni aquel chupito de tequila que nos invitó un desconocido. Recuerdo que el pobre se esforzaba en saber si esa música me gustaba o no. Yo creo que se notaba en mi cara.
Mientras mis amigas bailaban el baile del taburete, baile que yo desconozco por completo, empecé a hablar con un chico de esos oscuros. Tras un breve análisis, llegue a la conclusión de que era normal, incluso parecía interesante. Milagrosamente, él era el tercero de los amigos. No sabría como definirle correctamente, pero si digo que será eternamente joven, no voy nada desencaminada. Unos ojos preciosos, llenos de secretos, y una mirada que nunca antes había conocido. ¿Tú crees en los vampiros? Una vez soñé con uno, y aquella noche, me dio la sensación de que el tercero de los amigos, era como el vampiro de mi sueño. A lo mejor es él, cosa que a estas alturas no me extrañaría. Ya casi nada me sorprende. Aunque pensándolo mejor, no creo que se lo pregunte, supongo que su contestación rompería todo el encanto, y es que aquella noche aprendí que hay cosas que se dicen sin hablar.
Una canción: Losing my religion, R.E.M.
9 de Agosto 2004
Lágrimas de San Lorenzo.
Me encanta mirar las estrellas. Entre todos los proyectos para los que ahorro, entre el coche y el viaje al Caribe, está el telescopio. Eso si que debe de ser una auténtica gozada. Y es que eso de la Astronomía me gusta mucho. Quería ser astronauta, y aun sigo con ese sueño
entre otros muchos. Recuerdo mi primera estrella fugaz. Estaba con mi madre, en la terraza. Se movía lentamente. Parecía que la estrella, quería ser vista en todo su esplendor. Brillaba, y yo me podía muy nerviosa. Pedí un deseo, pero no recuerdo si se cumplió.
Cuando en la E.G.B. aprendí cómo esta formada realmente una estrella fugaz, me decepcionó bastante. Es más, memoricé la definición, pero en mi interior seguía pensando que estas estrellas, eran en realidad, estrellas viajeras. Salían de su casa, iban a otro sitio, y cuando llegaban, de pronto, desaparecían. Es increíble.
Si las ves, te conceden un deseo. Siempre pensé que las demás estrellas estarían celosas. Yo no es que sea muy celosa, pero si fuera una estrella, sin dudarlo ni un momento, elegiría ser estrella fugaz. Claro que este tipo de cosas no creo que se puedan elegir. Lo que si puedes elegir es el deseo que quieres pedir. Yo tengo una lista interminable de deseos, de cosas que me gustaría que pasaran. Hay que tener cuidado con lo que se desea, ya que si se hace realidad, la conciencia te puede jugar una mala pasada. Otra cosa muy importante en esto de los deseos, es no contarlo a nadie. Cuando digo nadie, digo nadie. Si alguien se entera de tu deseo, lo más seguro es que nunca se cumpla. Esto está empezando a sonar a cadenita internauta de la amistad
Pero por si acaso, no los formules en voz alta.
Lágrimas de San Lorenzo, estrellas fugaces en honor al mártir. En la noche del 10 al 11 de agosto, tendremos la oportunidad de contar cuántas estrellas surcan el firmamento, y de pedir un deseo por cada una de ellas. Dicen que la mejor hora para verlas es sobre las 23:00, así que ya sabéis, aunque tengáis que madrugar al día siguiente, merece la pena permanecer despiertos. Y si la compañía es la adecuada, mejor que mejor. Como decía más o menos aquel anuncio de coches: esta noche, la pasaremos sobre una manta y bajo un techo de estrellas. ¡Quien pudiera!
6 de Agosto 2004
Una noche de verano.
Una noche de verano, junto al mar, bajo la luz de la luna, se que te encantan. Como nunca te he visto, supongo que buscaría tu mirada, y no al barquito que ilumina levemente el horizonte. Esta noche, está llena de brisa, arena, y olor a Mediterráneo. Me encanta oler el mar. Su perfume es único, y probablemente, no podría vivir sin él. Pasear por la orilla. Sentir el frescor del agua en los pies. Sólo lo he hecho de día, nunca tuve ocasión, así que esta noche, ya tiene algo más para merecer un sitio en la memoria. Me cuentas tus historias, y yo, las mías. Seguro que en alguna impresión coincidimos. El cielo es azul oscuro.
Esta noche de verano, junto al mar, bajo la luz de la luna, te la regalo a ti. Porque sí, porque me apetece, y porque somos amigos. ¿Sabes? No tiene ruidos, ni prisas, ni llamadas al móvil que se atrevan a romper la tranquilidad. Tampoco chiringuitos llenos de turistas. La costa se ve desde lejos. El ir y venir de las olas. El haz de luz que proviene del faro, atraviesa las nubes, y guía a los que regresan a tu playa. El tiempo decide detenerse. Hay una barca varada.
Imagina esta noche de verano, junto al mar, bajo la luz de la luna, y no la olvides nunca. Todo en ella es orden, el mar está en calma. No existen los problemas. Mirar al infinito, descubrir una estrella, y recordar las ya conocidas. Siempre me gustó pensar en el universo. Todo adquiere su sentido. Puede que encuentres una caracola, o puede que el mar te susurre un consejo. Hay que saber escuchar, y tú eres un experto. Amanece. Las gaviotas vuelven a faenar. El sol vuelve a resurgir. Esta noche ha terminado, pero permanecerá siempre en tu recuerdo. El cielo es color naranja.
Una canción: Love me tender, Elvis Presley.
2 de Agosto 2004
La nueva caperucita.
El otro día, comentaba con un amigo, lo difícil que está eso de las primeras citas. Para mí, una primera cita, o quizás una segunda cita ideal, sería una exposición, una tetería con un agradable paseo, o quizás una buena obra de teatro. Una de mis pasiones, junto con el cine de calidad. Pero claro, ¿Quién quiere hacer esto? De repente, se hizo el silencio. ¿Dónde está el romanticismo? Se perdió por el camino
o lo expulsamos hacia un eterno exilio.
El pobre (que de pobre no tiene nada, porque vale mucho) me comentaba, que si invitaba a una muchacha al teatro, o la acompañaba (que no sacar, porque las mujeres de hoy en día nos sacamos de paseo nosotras solas) a una actividad cultural, perdería el interés por él, considerando que tenía el típico perfil del buen amigo. Te quiero, mucho, pero como amigo. Sin embargo, supongo que si le metía la lengua hasta la campanilla (y no te ofendas, amigo mío) la chica quedaría impresionada sobre sus dotes amatorias, y sin dudarlo ni un solo instante, concertaría una nueva cita, en la que continuar las labores que quedaran pendientes.
¿Es como funcionan ahora las cosas? Básicamente: chico conoce a chica, quedan para dar una vuelta, si hay tema, volverán a quedar, y si no lo hay, pues ambos desaparecen sin dejar rastro. ¿Qué episodio de todo esto me he perdido? Deberían de hacer un especial de Barrio Sésamo, para las personas torpes como yo. Aunque, la verdad, me niego a creer que si no me toca el culo, no le intereso. O a lo mejor es éso lo que pasa, y ando un poco despistada. No quiero convertirme en una caperucita, aguantando a lobos feroces, que me devoren cada noche. Virgencita, que me quede como estoy.
Una amiga mía siempre me decía: Susana, siempre esperando a tu príncipe azul. ¿No te das cuenta de que no existen? Debe ser que los secuestraron a todos, y los metieron en una cueva en la Conchinchina. Muy de vez en cuando, sueltan a uno, para que se case con tu mejor amiga, pero claro, estamos en las mismas. Eso sí, los lobos feroces andan todos sueltos, esperando a las caperucitas, y planeando primeras citas, nada culturales. Aunque muchas veces no logro distinguir si el lobo feroz es él o ella.
"Quiero volar, lejos de aquí escapar.
Dime, mi bien, quién me llorará
si me dan alas y echo a volar.
Quiero dormir, no quiero despertar,
quiero ser la lluvia al otro lado del cristal,
quizás alguien me espere en la oscuridad".
Una canción: Caperucita, Ismael Serrano.
1 de Agosto 2004
Nunca me gustaron las despedidas.
Nunca me gustaron las despedidas. Sobre todo, si son para siempre. La tristeza nace del sentimiento amargo de saber que nunca volveréis a veros. Los dos lo sabéis, pero nadie dice nada para animar al otro. No dejas instrucciones sobre qué hacer en tu ausencia, y él no cae en el pequeño detalle de que la despedida es en ese momento. No es dentro de un rato ni mañana, si no ahora. Todo lo que tengas que decirle, díselo antes del más falso de los hasta luego, porque no habrá otro momento. Y te recomiendo que no pierdas los papeles, porque a estas alturas, no merece la pena. Aunque él trate de parecer sereno, superior y lleno de una recién adquirida madurez, su mirada no transmitirá nada. Ni odio ni maldad, solo indiferencia, que es el peor de los desprecios.
Tras salir del coche, los primeros pasos que das en el nuevo mundo que comienza tras la despedida, te saben amargos. Aún con ese sentimiento entremezclado con la rabia y la culpabilidad, te sientes fuerte. La debilidad vendrá después, al asumir todo lo que ya no váis a compartir, y comprender que nada era como pensabas. Por supuesto que le echas de menos. Demasiado. Mentalmente, recorres todos sus defectos. Pero por desgracia, pronto afloran los recuerdos, los malos y los buenos, las risas, la complicidad. Sientes por primera vez el miedo a la soledad.
Aunque quites todas sus fotos, arrincones en lo más oscuro de tu memoria vuestra canción, y te refugies en tu almohada, lo vas a ver en tus sueños. Va a estar allí, aunque en la despedida le juraste que nunca volvería a saber de tus besos. Y lo mas seguro, es que llores. Yo lloré dormida más de una noche.19 días y 500 noches, es una verdad como un templo. Qué grande es Sabina, y que indefensa te sientes sin él. Un abrazo se convierte en el mayor de los tesoros, y lo de que hay muchos peces en el mar, el disco rayado que todos cantan.
Estrellas fugaces surcan el firmamento, y pides un deseo: superarlo a tiempo. No echarle de menos, continuar tu camino, y coincidir con otros viajeros. La vida es eso, un viaje a través de los años. No te quedes parada, aún queda mucho por andar. Pero ese nuevo paso que das con la mochila llena de lágrimas, miedo y una improvisada coraza de acero, es el más importante de todos. No estás sola. Nunca lo has estado, y nunca lo estarás. Pronto descubrirás que ha salido el sol, y que un nuevo día ha nacido en tu nuevo mundo, que también es el nuestro.
Una canción: 19 días y 500 noches, Joaquín Sabina.